Tratamiento del infarto renal | Infarto renal: ¿peligroso o curable?

Tratamiento del infarto renal

Un infarto renal debe tratarse lo antes posible para evitar las consecuencias debidas a un suministro insuficiente de oxígeno al riñón. Como medida inmediata, a los afectados por un infarto renal agudo se les administra heparina (5,000 a 10,000 UI, unidades internacionales). Este es un anticoagulante para prevenir más sangre formación de coágulos y disolver los existentes.

Si ambos riñones están afectados, diálisis puede ser necesario, en cuyo caso el riñón La función se reemplaza con un dispositivo. Si el coágulo no se puede disolver con Herapin, se puede considerar la cirugía o la terapia de lisis. El émbolo o trombo dañino se puede extirpar quirúrgicamente. La terapia de lisis consiste en insertar un catéter en el riñón y administrar un fármaco para disolver el coágulo. La terapia de lisis a menudo utiliza la enzima uroquinasa o el principio activo rtPA (activador del plasminógeno tisular recombinante), es decir, sustancias que disuelven el sangre coagula de forma natural.

La nutrición adecuada después de un infarto de riñón.

Después de un infarto renal, la nutrición está determinada por la enfermedad subyacente y las consecuencias del infarto. Si se produce insuficiencia renal aguda, la ingesta de líquidos es un aspecto importante y debe comentarse con el médico tratante. La dieta debe reducir específicamente el nivel de sustancias urinarias en el sangre, normalizar presión arterial y eliminar la retención de agua.

Demasiada proteína en el dieta puede ejercer presión sobre los riñones, mientras que prescindir de las proteínas ralentiza la progresión de la debilidad renal. Dependiendo de la gravedad de la debilidad renal, se debe ajustar el contenido de proteínas de los alimentos; en general, el dieta siempre debe ser bajo en proteínas. También se debe discutir con el médico la cantidad de sal que se puede ingerir.

Demasiada sal puede tener un efecto negativo en presión arterial, pero abstenerse de consumir sal puede incluso empeorar la función renal. Por tanto, es importante ajustar la ingesta de sal a la situación individual. En principio, tras un infarto de riñón, una dieta baja en proteínas es positiva para el pronóstico. Las consecuencias de un infarto de riñón pueden ser diferentes, por lo que la dieta debe discutirse individualmente con el médico tratante.