Heridas crónicas: cuidado de heridas, tratamiento, cambio de apósito

Heridas crónicas: definición

Una herida que no sana en un período de más de cuatro semanas se describe como crónica. La mala cicatrización de las heridas suele ser el resultado de un trastorno circulatorio, una inmunodeficiencia o diabetes mellitus. Una herida crónica común es una úlcera por decúbito (úlcera de decúbito) o una úlcera en la pierna (ulcus cruris).

Una herida aguda que no se cuida adecuadamente también puede volverse crónica. La cicatrización de heridas también empeora con el tabaquismo o la obesidad. Los pacientes a menudo se ven considerablemente restringidos en su vida cotidiana debido a sus heridas crónicas y las numerosas visitas al médico también pueden ejercer presión sobre su psique. Si no se soluciona la causa, hay pocas posibilidades de curación. Por eso, además de cuidar de forma óptima la herida, también hay que tratar la enfermedad subyacente de la mejor manera posible.

Heridas crónicas: Limpieza y lucha contra infecciones

Una barrera cutánea destruida favorece la entrada de patógenos. Por lo tanto, las heridas crónicas corren especial riesgo de contaminación e infección. Por eso su tratamiento incluye una limpieza cuidadosa, por ejemplo con soluciones de irrigación medicinales.

Si la herida está infectada con bacterias, además de la limpieza de la herida, es necesaria una terapia con antibióticos. Generalmente se administra a través de un acceso venoso, pero también se puede tomar en forma de tabletas.

Heridas crónicas: apósitos para heridas

Como las heridas crónicas no se pueden cerrar mientras estén infectadas, deben cubrirse de forma segura. De esta forma, el médico puede evitar nuevas infecciones y que los bordes de la herida se sequen. El apósito adecuado juega un papel importante en el cuidado de las heridas.

Se distingue entre apósitos inactivos, que sólo absorben las secreciones de la herida, apósitos interactivos, que apoyan activamente el proceso de curación, y apósitos bioactivos, como por ejemplo los injertos de piel.

Los apósitos para heridas inactivos son muy absorbentes y también pueden secar la herida. También tienen la gran desventaja de que a menudo se adhieren al lecho de la herida, lo que hace que su extracción sea difícil y dolorosa. Por lo tanto, los apósitos de gasa deben empaparse en solución salina y cubrirse con una película impermeable. Al cambiar el apósito existe un alto riesgo de que se desprenda el tejido recién formado.

Heridas crónicas: medidas complementarias para favorecer la cicatrización de heridas

Además del tratamiento de la enfermedad subyacente y el cuidado de las heridas, se utilizan diversos procedimientos físicos. Están destinados a acelerar el proceso de curación. Un ejemplo es el sellador al vacío de uso frecuente: se coloca una esponja con un sistema de presión negativa en la herida abierta, lo que tiene los siguientes efectos:

  • Reducción del área de la herida.
  • Perfusión tisular mejorada
  • Protección contra patógenos
  • Eliminación de secreciones y sangre de la herida.

La terapia con cámara de presión para todo el cuerpo (oxigenoterapia hiperbárica) también tiene un efecto positivo en las heridas crónicas, especialmente en los pies diabéticos. En este procedimiento, el paciente respira oxígeno puro en una cámara de presión.

Heridas crónicas: tratamiento del dolor.

Las heridas crónicas suelen ir acompañadas de un dolor intenso, que provoca a los pacientes un gran sufrimiento físico y emocional. Por lo tanto, una terapia adecuada del dolor es una parte importante del cuidado de las heridas. El dolor leve se puede tratar con ungüentos anestésicos tópicos, por ejemplo, mientras que el dolor más intenso se puede tratar con una terapia sistémicamente eficaz (analgésicos, inyecciones o infusiones). A veces, además del médico tratante, interviene un terapeuta del dolor capacitado.