La comunicación entre el cerebro y el sistema inmunológico se produce, entre otras cosas, a través de hormonas como la hormona del estrés, el cortisol. Las células de defensa también producen sustancias mensajeras llamadas interleucinas: controlan la actividad del sistema inmunológico y, si están presentes en grandes cantidades en la sangre, envían señales al cerebro de que, por ejemplo, hay una infección en el cuerpo. Luego, el cerebro eleva la temperatura corporal y hace que el paciente se sienta débil y apático, de modo que se lo toma con calma. Si el cerebro detecta que el nivel de interleucina y, por tanto, la actividad del sistema inmunitario es demasiado elevado, vuelve a desactivar las defensas del organismo.
Además de estas sustancias mensajeras, el sistema nervioso autónomo también sirve como medio de comunicación, enviando mensajes del cuerpo al cerebro y viceversa.
Células inmunes alarmadas
El estrés crónico debilita el sistema inmunológico
El estrés crónico, por el contrario, tiene un efecto diferente: el nivel de cortisol en la sangre aumenta permanentemente. La hormona del estrés se adhiere a receptores ubicados en la superficie de ciertos glóbulos blancos. Como resultado, estas células secretan menos interleucina-1-beta. Esta sustancia mensajera normalmente estimula la multiplicación de las células inmunitarias. La interleucina-1-beta también aumenta la actividad de las células asesinas naturales y promueve la formación de anticuerpos que se especializan en ciertos patógenos. Si el nivel de esta sustancia mensajera disminuye, la eficacia del sistema inmunológico también disminuye.
Cualquiera que esté constantemente “bajo poder” no debería sorprenderse si una infección lo paraliza repetidamente. En momentos de estrés, muchas personas también experimentan una reaparición de las molestas ampollas del herpes, cuyos agentes causantes normalmente son controlados por el sistema inmunológico. Las heridas también sanan más lentamente cuando la persona lesionada está estresada.
El deporte como freno al estrés
Todo lo que contrarreste el estrés, por el contrario, fortalece el sistema inmunológico. El deporte, por ejemplo, hace que bajen los niveles de cortisol en sangre. De este modo, la actividad física regular fortalece el sistema inmunológico.
Por lo tanto, las técnicas de relajación específicas, como el entrenamiento autógeno, la relajación muscular progresiva o los ejercicios de atención plena, también apoyan las defensas del cuerpo.
El poder fatal de las emociones negativas
Las emociones negativas también tienen un efecto negativo sobre el sistema inmunológico. Por tanto, las personas que sufren de depresión o ansiedad son más susceptibles a las infecciones. El alcance de esta influencia lo demuestran, entre otros, estudios con pacientes con cáncer. En un estudio, por ejemplo, la mitad de los pacientes con cáncer de mama que también padecían depresión murieron en cinco años, pero sólo una cuarta parte de los pacientes con cáncer que no estaban deprimidos.
La razón de esto podría ser que los pacientes mentalmente estables tienen más células asesinas naturales en la sangre. Además de los patógenos, estos también pueden localizar y destruir células degeneradas.
Impulso de energía positiva
Las emociones positivas, por otro lado, pueden fortalecer el sistema inmunológico e incluso mejorar las posibilidades de recuperación del cáncer. Por lo tanto, la psicooncología tiene como objetivo contrarrestar las tensiones psicológicas asociadas con el cáncer. Como parte del tratamiento, se utilizan técnicas de terapia conductual para fortalecer los pensamientos positivos y desactivar los pensamientos negativos. También se utilizan técnicas de visualización para crear un estado de ánimo positivo.
Células inmunes hiperactivas
Los expertos creen que esto probablemente se deba a una falta de cortisol. El cortisol normalmente inhibe la producción de interleucina-2, pero cuando los niveles de cortisol son bajos, la producción de interleucina-2 aumenta. Esto activa más células T, que también atacan a las propias células del cuerpo en el contexto de enfermedades autoinmunes. Esta teoría se apoya, entre otras cosas, en la observación de que en algunas mujeres embarazadas con artritis reumatoide los síntomas desaparecen repentinamente: durante el embarazo aumenta el nivel de cortisol.
Aumento de alergia debido al estrés.
Un mecanismo similar significa que los síntomas de las enfermedades alérgicas pueden empeorar bajo estrés. Esto puede ocurrir, por ejemplo, con la neurodermatitis y el asma. El sistema inmunológico de los afectados está sobreestimulado y produce mayores cantidades de inmunoglobulina E. Estos anticuerpos se adhieren a la piel durante las reacciones alérgicas. En los pacientes alérgicos, estos anticuerpos se adhieren a los llamados mastocitos (un subgrupo de leucocitos), que luego liberan histamina. Esta sustancia provoca los síntomas típicos de la alergia, como picazón, enrojecimiento de la piel e hinchazón del tejido (edema).
Por lo tanto, aprender un ejercicio de relajación también puede hacer la vida más fácil a las personas alérgicas, como lo demuestran los estudios: los pacientes con asma sufren menos ataques, la piel de los pacientes con neurodermatitis mejora y los pacientes con fiebre del heno también se benefician de una relajación específica.