Enfermedades autoinmunes

Alrededor de 1900, el investigador Paul Ehrlich reconoció que el cuerpo puede distinguir entre células que son extrañas al cuerpo y aquellas que son endógenas al cuerpo. Este mecanismo vital permite al organismo reconocer y destruir sustancias extrañas potencialmente peligrosas sin destruirse a sí mismo. En las enfermedades autoinmunes, este proceso se ve afectado.

Disfunción del sistema inmune.

El humano sistema inmunológico es una interacción compleja de diferentes células y órganos que se utiliza para reconocer y destruir no solo sustancias extrañas y patógenos, sino también las propias células del cuerpo que ya no funcionan. Sin un sistema inmunológico, no podríamos sobrevivir por mucho tiempo; después de todo, estamos rodeados de microorganismos potencialmente patógenos como bacterias fotosintéticas, virus y hongos. En principio, los procesos de defensa pueden alterarse en dos direcciones; ambos pueden provocar disfunción y enfermedad:

  • Enfermedades por inmunodeficiencia: la defensa no es lo suficientemente eficaz, por ejemplo, en inmunodeficiencias congénitas o cuando el sistema inmunológico está incapacitado, por ejemplo, por enfermedades crónicas o drogas.
  • Enfermedades autoinmunes: la defensa funciona más fuerte de lo necesario y también ataca el propio tejido del cuerpo.

El sistema inmune

Nuestras defensas están constantemente en acción: patrullan el cuerpo, principalmente en forma de sangre las células y el inmunoglobulinas que producen - en la sangre y linfáticos vasos para detectar amenazas potenciales y destruir a los originadores antes de que puedan causar daños. Para ello, utiliza dos sistemas: la defensa innata, inespecífica y la defensa específica (o adaptativa) adquirida, que trabajan en estrecha colaboración:

  • Defensa inespecífica: esto incluye barreras como la piel y mucosa que dificultan la entrada de patógenos en primer lugar. Si los enemigos, no obstante, han asaltado las barricadas, varias células liberan sustancias mensajeras, por ejemplo, las llamadas interleucinas, que, de manera similar a una bengala, indican que el peligro es inminente y solicitan ayuda. A nivel local, esto también conduce a una reacción inflamatoria.
    Las fuerzas de defensa como los fagocitos y las células asesinas se apresuran a destruir todo lo que es extraño mediante una estrategia de "golpe y huida". Para evitar ser atacados, las propias células sanas del cuerpo llevan una especie de marca de identificación en su superficie, el llamado complejo mayor de histocompatibilidad (MHC). Con esto, pueden identificarse a sí mismos como pertenecientes al cuerpo y así permanecer a salvo de la acción destructiva. La mayoría de las infecciones ya se combaten con éxito con este sistema.
  • Defensa específica: esta unidad especial es capaz de actuar contra atacantes de manera bastante específica. Para ello, hace uso de una especie de expediente criminal en el que se almacenan todos los malos que alguna vez han sido detectados por el sistema inmunológico. Esto se almacena en "memoria células". Los antígenos en la superficie de estas células sirven como "huellas dactilares" de los ladrones, que son reconocidos una y otra vez por el anticuerpos (inmunoglobulinas) formado en el cuerpo después del contacto inicial. Esto permite una reacción de defensa rápida y específica y los patógenos se destruyen antes de que puedan entrar en acción.
    Por cierto, las vacunas también funcionan de acuerdo con este principio: por ejemplo, inactivo (y por lo tanto inofensivo) virus se inyectan y el cuerpo produce anticuerpos contra sus antígenos (que corresponden a los de los patógenos correctos). Si el patógeno correcto ingresa al organismo, se reconoce y destruye rápidamente.